Última actualización: 28 febrero, 2024
El queso rallado no es algo que tomemos cada día y es habitual que se nos estropee tras 4 o 5 días abierto en el sobre. Hay muchos quesos, como el roquefort o el cabrales, que tienen moho. Esto puede llegar a confundirnos y pensar que si hay quesos con moho significa que el moho en el queso no es dañino y lo único que hace es variar el sabor del producto. Y esto no es así.
La Vanguardia quiso desvelar esta duda y contactó con nosotros para asesorar a sus lectores sobre esta incógnita que, seguramente, a muchos os habrá asaltado. Luis Riera, director de SAIA, contesta en La Vanguardia que los hongos que encontramos ya de origen en quesos como el roquefort están controlados por sus productores, incluso por laboratorios. Sin embargo, el moho que crece en el resto de quesos, como el rallado, es de procedencia desconocida y no se sabe qué tipo de tóxicos dañinos para la salud puede contener. El hongo es la señal más clara de que algo sucede con el producto y aunque lo retiremos, es probable que haya contaminado una parte del alimento que no somos capaces de apreciar.
Los mohos pueden producir intoxicaciones leves con síntomas como dolor de barriga, vómitos y diarreas, pero también pueden generar daños más graves si se acumulan estas toxinas en el cuerpo a largo plazo, como parálisis en casos muy extremos o cáncer.
Así pues, desde SAIA recomendamos en general no consumir un alimento que en una parte del mismo haya desarrollado moho. Pero hay excepciones que hace unos años contamos en este artículo. Se trata del jamón, la cecina, el látigo, los quesos duros con poca humedad como el emmental, el manchego o el gouda y los vegetales que tengan la carne firme como la zanahoria, el pimiento o la col. En estos casos concretos sí que se puede retirar el moho y aprovechar el producto.
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