Última actualización: 17 abril, 2024
Ahora que llega el verano, la fruta fresca es más apetecible que nunca, especialmente cuando vemos que podemos comprarla cortada y lista para el consumo. No se trata de una mala opción, ya que comer cinco piezas (80g) de frutas y verduras al día suele ser lo recomendado (aunque depende de la edad, el sexo, la actividad física, etc.) cada día.
Sin embargo, aparte de las consideraciones que deben hacerse con respecto al aumento de consumo de envases de plástico que representa comprar la fruta envasada y cortada, es necesario contemplar que este tipo de productos puede entrañar riesgos para la salud si no se siguen pautas correctas de higiene a la hora de manipularlos y conservarlos, como la proliferación de Salmonella. Sin ir más lejos, hace tan sólo unos días, a mediados de junio, hubo un brote de Salmonella en Estados Unidos proveniente de fruta envasada y cortada.
Aunque mucha gente no lo sabe, la Salmonella no sólo afecta a los huevos y al pollo. Se trata de una bacteria que puede contaminar aguas y suelos, ya que vive en los intestinos de los animales y se expulsa a través de las heces, y como recuerda Lluís Riera, director de SAIA, en La Vanguardia, «las frutas están en contacto con los suelos», por lo tanto pueden resultar contaminadas por esta bacteria.
Por eso es vital no dar una vida demasiado larga a la fruta antes de cortarla y envasarla (algo que hacen algunas fruterías para sacar género que ya lleva tiempo expuesto o almacenado), ya que si existe una contaminación por este tipo de bacteria, el paso del tiempo le da oportunidad de proliferar, y seguir unas pautas de higiene que eviten la contaminación cruzada al manipularlas, como lavar bien las frutas con abundante agua y lejía de uso alimentario antes de cortarlas, no usar cuchillos con los que se han cortado otros productos, cortar las frutas en superficies limpias y desinfectadas, usar envases herméticos a ser posible para evitar contaminación cruzada por aire o por contacto con otros envases, conservarla en frío a ser posible (la temperatura ambiente es el entorno ideal para la proliferación de bacterias), etc. Además, hay algunas frutas más proclives que otras a ser caldo de cultivo de Salmonella: las frutas ácidas como la naranja o la manzana tienen cierta protección natural ante microorganismos, mientras que la sandía o el melón entrañan más riesgos al no contener ácidos. En este artículo de SAIA se explica cómo evitar la contaminación por Salmonella en restaurantes.
Cuando compramos fruta envasada hay que fijarse, para empezar, en si está etiquetada, si está envasada herméticamente y si se conserva en frío.
No suelen entrañar los mismos peligros las ensaladas envasadas y etiquetadas como listas para su consumo, ya que las empresas que las manipulan siguen procesos muy controlados de higiene alimentaria.
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