Última actualización: 28 febrero, 2024
Hoy en día encontramos dos tipos de personas: quienes beben agua del grifo y los que prefieren la embotellada. Es decir, los que consideran una pérdida de dinero comprar agua en el supermercado, y también aquellos que tachan la del grifo de estar llena de cloro.
Existen dos tipos de aguas embotelladas: agua mineral natural y agua de manantial. El agua mineral tiene una procedencia subterránea y tienen que pasar un proceso administrativo y ambiental. Son aguas puras de origen. Estas aguas deben llegar al consumidor con las mismas propiedades que en la naturaleza, por lo que en ningún caso son tratadas.
Las aguas manantiales son las de origen subterráneo que emergen espontáneamente en la superficie de la tierra o se captan mediante labores practicadas al efecto, con las características naturales de pureza que permiten su consumo. Sus peculiaridades que se conservan intactas, mediante la protección natural del acuífero contra cualquier riesgo de contaminación.
También existe otro tipo de agua embotellada: agua preparada que, según la legislación vigente, puede tener diferentes orígenes: proceder de aguas subterráneas o de la red de abastecimiento. En estos casos, la legalidad pasa por que en la etiqueta se especifique claramente «agua potable preparada» y «agua de consumo público preparada», nos cuenta Luis Riera, director de Consultoría en Seguridad Alimentaria (SAIA). Lo que caracteriza a todas ellas es que, con independencia de su procedencia, deben pasar ciertos tratamientos físicoquímicos que garanticen su potabilidad.
Por tanto, el primer punto es leer la denominación, para saber si el agua realmente es mineral natural o de manantial. simplemente garantizando su potabilidad. Después encontramos la composición de la bebida, de acuerdo con los minerales disueltos y los residuos secos. Esto es lo que se conoce como mineralización, que puede ser fuerte, media, débil o muy débil.
Otros de los puntos que podemos encontrar en las etiquetas de agua son la fecha de consumo preferente, cómo conservarla, información de la empresa envasadora y otros elementos de marketing.
El sabor de el agua se debe principalmente a la dureza del agua, aunque también a su composición química en general. La dureza viene determinada por su contenido en calcio y magnesio y no tiene nada que ver con la calidad del agua, pero sí con el sabor. Cuanto más dura sea el agua más se puede apreciar cierto sabor debido a las propias sales minerales, nos dice Luis Riera.
Además, existe otro factor que puede hacer que percibamos el agua con cierto sabor, y depende de si ese agua embotellada va acompañando a un plato ligero o a uno más contundente. Hay alimentos como la alcachofa que provocan cambios en las papilas gustativas, haciendo que notemos un sabor diferente y logran engañar al cerebro. Las alcachofas contienen una sustancia que se denomina cynarina que inhibe el funcionamiento de las papilas gustativas dulces. Este efecto desaparece cuando bebemos agua…, nos cuenta Luis Riera.
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