Última actualización: 28 febrero, 2024
El ministerio de Consumo se ha decantado finalmente por la implantación del sistema NutriScore para que los consumidores identifiquen a primera vista la idoneidad de los alimentos que quiere comprar. Se trata del también denominado “semáforo nutricional”, que asocia el verde a los alimentos más saludables y el rojo a los menos saludables, ya implementado oficialmente en Francia y Bélgica. En España entrará en vigor en el primer cuatrimestre de 2021.
La incorporación del semáforo nutricional al etiquetado de los alimentos es una batalla que llevan tiempo lidiando organizaciones de nutricionistas como la Sociedad Científica Española de Dietética y Nutrición (SEDYN) y la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) y organizaciones de consumidores como la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), así como sociedades científicas como el Centro de Investigación Biomédica en Red de la Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBEROBN).
En este post explicaremos cómo nació este sistema de etiquetado, en qué se basa, cuáles son sus objetivos, las partes positivas y negativas que comprende, así como las implicaciones en las empresas alimentarias.
NutriScore se desarrolló en 2005 por un equipo de investigación de Oxford y fue validado por la FSA (Food Standards Agency). La OMS (Organización Mundial de la Salud) también la ha valorado positivamente. Este sistema usa un algoritmo para valorar las aportaciones nutricionales positivas y negativas de cada alimento y les asigna un color de cinco, que van desde el verde hasta el rojo, dependiendo de la conclusión final a la que llega.
Estas valoraciones de las aportaciones nutricionales por cada 100 gramos del alimento dependen de los siguientes factores:
Una de las polémicas que ha suscitado la incorporación del semáforo nutricional es que no aplica a todos los alimentos, entre ellos los que se venden en pequeñas proporciones, aunque los elementos considerados como “negativos” en estos productos sean varios y en cantidades elevadas. Esto mientras otros, asociados a una dieta saludable pero también de elevado contenido en calorías, sí que deberían llevar la clasificación NutriScore y sería negativa, como el aceite de oliva, que finalmente quedó exento en 2018 cuando el Gobierno español se planteaba el sistema como voluntario. Incluso Francia se hizo eco de ello, aceptando modificar la calificación de este producto. Un poco más adelante en este post explicamos las implicaciones del NutriScore en alimentos asociados a una dieta saludable pero de alto contenido calórico.
Así, el NutriScore que se aplicará en la parte frontal del etiquetado a principios de 2021 afectará a todos los productos menos:
Los alimentos que sí que se encuentran dentro del ámbito de aplicación del NutriScore se clasifican mediante una gama cromática formada por 5 colores (verde oscuro, verde claro, amarillo, naranja y rojo) que permite otorgar una mejor o peor puntuación a cada producto:
Como hemos adelantado al inicio del post, el sistema NutriScore tiene pros y contras, y de hecho ni siquiera la Comisión Europea se ha comprometido en firme con su implantación, a pesar de su uso en varios países y de que el Parlamento Europeo hizo una propuesta de resolución en 2018 en la que solicitaba al ejecutivo comunitario que iniciara acciones para difundir el conocimiento del semáforo nutricional. La Comisión decidió apostar por un etiquetado nutricional obligatorio, frontal y armonizado en la Unión pero no especificó si iba a ser el NutriScore.
De hecho, uno de los dilemas principales a la hora de armonizar el etiquetado en la Unión Europea, algo que facilitaría que la identificación de la idoneidad de los productos no cambie de un país a otro en un mercado común, tiene que ver con los distintos tipos de dieta en los diferentes países y su percepción diferenciada en los consumidores.
Los países en los que predomina la dieta mediterránea, como España o Italia, consumen alimentos como el aceite de oliva, la miel o el jamón, que salen mal parados con el NutriScore por la cantidad de grasa o azúcar que contienen, a pesar de considerarlos los nutricionistas parte de una dieta saludable. Por eso los productores de estos alimentos han batallado o bien para excluirlos del semáforo o bien para valorarlos según otros parámetros que no sólo incluyan los “beneficiosos” y “perjudiciales” que hemos mencionado anteriormente. Mientras tanto, los productores de alimentos no asociados a este tipo de dieta y la misma Comisión Europea, formada por ministros de países que no tienen los mismos intereses que España o Italia, cuestionan que existan excepciones que se entiendan como trato de favor y de ahí que aún no hayan respaldado el NutriScore.
En este sentido debemos plantearnos que el NutriScore acabe siendo un sistema de transición hacia otro que finalmente sea común en todos los países de la Unión Europea.
Ya hemos adelantado algunos de los puntos negativos del semáforo nutricional NutriScore, que ampliaremos en el siguiente apartado. Veamos, sin embargo, los puntos positivos primero, que también son numerosos:
Hoy en día las etiquetas de los alimentos contienen gran cantidad de información (ingredientes, fecha de caducidad, procedencia, tabla nutricional, etc) que es difícil de entender para muchas personas. NutriScore permite conocer de forma clara y rápida, en un simple vistazo, la cantidad de calorías, azúcares, grasas y sal que aporta el producto en concreto y así tomar decisiones de compra de forma más sencilla.
El sistema NutriScore es un sistema respaldado por 40 publicaciones en revistas científicas internacionales y ha demostrado ser, hasta la fecha, el etiquetado más eficiente para transmitir información sobre la calidad nutricional de los alimentos frente a otros modelos ya vigentes. Además ha demostrado la eficacia en los comportamientos de compra de los consumidores más eficientes que en otros etiquetados.
Debido a la crisis sanitaria del COVID-19 se ha reforzado la necesidad de impulsar una alimentación más saludable que sirva para evitar problemas como la obesidad y el sobrepeso que nos hacen vulnerables a enfermedades cardiovasculares, diabetes o incluso el cáncer que a su vez nos hacen colectivo de riesgo en pandemias como la del nuevo Coronavirus.
El sistema NutriScore analiza siempre cien gramos de un alimento o preparado alimenticio, dejando atrás la disparidad de criterios en el etiquetado actual, que analiza también porciones y puede inducir a error.
Después de haber avanzado algunos puntos conflictivos de la adopción del sistema NutriScore, los ampliamos a continuación:
Hay algunos productos que pueden generar confusión como el ya mencionado aceite de oliva producto típico de la dieta mediterránea, que saldría clasificado en rojo anaranjado (la letra D), al mismo nivel que el kétchup y por debajo de refrescos con edulcorantes, como la Coca-Cola Zero que sale en verde. No diferencia entre grasas buenas y malas o entre distintos tipos de procesados.
Realmente el NutriScore no es una guía de compra de los productos que deben componer nuestra dieta, ya que una dieta saludable no es una dieta necesariamente baja en calorías o baja en grasas. Sólo puede comparar productos de igual categoría, similares o que sirven como sustitutivos entre sí. Por ejemplo, puede guiarnos en la elección de qué tipo de yogur elegir, pero no impulsarnos a comprar productos sólo con la etiqueta verde porque no tendría sentido, dejaríamos de incorporar a nuestra dieta una cantidad saludable de productos como el queso, el jamón, las nueces o la mantequilla.
Que un producto tenga asignada la letra D no significa que sea 100% perjudicial para la salud. La cantidad que consumimos es decisiva. Un chorro de aceite de oliva no es lo mismo que comer una magdalena de bollería industrial, por ejemplo. Lo mismo ocurre si consumimos una gran cantidad de Coca-Cola Zero, clasificada con una B en comparación con un consumo moderado de nueces o de queso, que pueden obtener una clasificación de C a pesar de estar incluido en la mayor parte de dietas saludables.
El NutriScore, como la mayor parte de los sistemas de etiquetado, debe entenderse como un complemento para hacer una elección correcta de alimentos, y no sustituye una información profunda sobre la idoneidad de lo que consumimos. Puede servir para decantarnos por un alimento u otro que sea muy parecido (por ejemplo, qué tipo de queso nos conviene más), por lo que la empresa alimentaria debe entenderlo como una forma de diferenciarse de la competencia y evaluar la idoneidad de sus productos y la necesidad de innovación. De esta manera, muchas empresas han sustituido ingredientes como el aceite de palma y han convertido esta decisión en un reclamo publicitario que ha incentivado el consumo de sus productos.
Asimismo, la incorporación de este sistema de etiquetado puede servir a la industria para educar en el consumo de sus productos a través de su comunicación corporativa para ser mejor valorada por los consumidores y mejorar así la reputación de su marca. De hecho, incluso las empresas que no tienen la obligatoriedad de incluir el NutriScore pueden plantearse hacerlo para ensalzar los beneficios de sus productos, como la leche o los zumos sin azúcar.
Ofrecer el nuevo sistema de etiquetado con semáforo nutricional es mucho más simple y seguro recurriendo a empresas de seguridad alimentaria, que cuentan con servicios de asesoría y formación que revertirán positivamente en su actividad, y orientarán sobre estrategia a seguir según los horizontes de cambio en la legislación.
SAIA cuenta con servicios de consultoría y cursos totalmente actualizados de etiquetado de alimentos que permiten a la empresa alimentaria conocer sus obligaciones y acompañarlas en todo lo que implica el cambio de legislación sobre etiquetado.